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BLOG DE LA FLACA

De sirenas y otras cosas

De sirenas y otras cosas Este no es el típico cuento de sirenas.Había otra sirena y otro relato.
Una sirena que se enfrentó a un monstruo marino con cuatro cabezas. Resistió con todas sus fuerzas las garras de la bestia y de aquellos ávidos de poder, dependientes de su monstruosidad para alcanzarlo.

La sirena soportó las embestidas, los mordiscos y las laceraciones hasta que no pudo más y su espíritu se quebró. En ese instante, contuvo su respiración acuática y escuchó el latido de su corazón, que se hacía cada vez más débil y doloroso. Fue entonces cuando decidió soltar, se rindió. Su vida pasó lentamente, como en un rollo de película muda.

En otro nivel, la criatura incitaba a sus esbirros a sacarla a patadas del mar, a escupirla brutalmente hacia las rocas, para que muriera asfixiada y sin alimento. Aduciendo cualquier excusa o sin ninguna, los monstruos pueden siempre hacer eso, porque ostentan sin escrúpulos el poder ilimitado que les otorga su autoridad y reciben reverencias.

La sirena, derrotada y deshecha, quedó inerte sobre un risco. Las lágrimas de sal se mezclaban con el mar, fundiéndose en uno. Le costaba respirar, el aire parecía quemarla. Apareció un águila majestuosa que la tomó delicadamente entre sus plumas y le susurró al oído: "Buscaré al monstruo y le sacaré los ojos por ti." Eso le otorgó un poco de justicia a la sirena y la hizo sentir levemente menos vulnerable.

Se presentó otro animal, muy raro y sin nombre, de esos que solo escuchan. Esta vez, el animal habló y dijo: "Levántate ya. Así son los monstruos, siempre lo serán en todas partes. Debes aprender a sobrevivir en este mundo envilecido por el poder y el oro." Ella se impactó y estuvo dos días sin hablar. Luego, lloró mucho. Se sintió fuera de lugar, engañada por brillos que no duraron mucho, viviendo lo mejor de sus años en un mundo equivocado. Toda su vida se había perdido por creer en promesas vacías. La estrujaron, sacaron lo mejor de ella y luego, ya no era parte de nada.

El águila regresó. Le dijo al oído: "Necesitas curar tu herida. Durará meses. He pasado por eso. Las luchas entre águilas son aún peores que en el mundo de las sirenas. Pero sobrevivirás y volverás a ser la mejor de todas. Ninguna de ellas llegará a ser como tú."

La sirena sintió esperanza en esas palabras, que parecían de venganza en algún lado, no siéndolo. Aunque su mundo se había vuelto oscuro, intentó vestirse de rojo y encenderse a la fuerza.

Ahora, aunque está muy triste y a veces llora la falta de piedad y la ausencia total de lealtad, se sienta en las rocas mirando el mar, con sus escamas y su cola un poco rotas y parchadas. Las moja cada día para que estén brillantes pese a todo, en espera de que Poseidón la vea y ayude al águila a buscar su reivindicación y limpiar su nombre, y por fin le abra un hueco en el mar para volver a nadar.

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