ATARDECER EN LILAS Y AZULES

Me dio penita, en mi fuero interno deseé que se quedaran. Por un instante, quise subirme al bus yo también, dejando todo esto atrás como si fuera solo un sueño largo y cansador.
Fue aquí donde me dí cuenta que este sitio ya no es ajeno del todo: una vez en marcha y alejándose el bus, caminé como un autómata hacia el metro, compré un ticket y ya estaba camino a mi casa. De pronto, todo me pareció igual al resto de los días: la novedad perdió el encanto después de dos miserables meses. Reja, ascensor, llave, puerta, luces.
Veinte minutos después de esta trayectoria ya estoy lavando la ropa de la semana y la loza que ocupé en nuestra última merienda juntos.
El aroma del pan tostado de otra familia llega a mis narices mientras escribo estas líneas.
Más allá de los límites de mi ventana solo las luces lilas y azules de un atardecer que ya se acaba entre las torres y rascacielos, me avisan que el día se acaba. En realidad, sólo me falta encender un cigarillo. Mientras el aire aún es cálido, me doy el lujo de ponerme pijamas y salir a pie descalzo a la terraza a mirar como las calles se despoblan lentamente.
Otro día me aguarda, mañana comienza un nuevo día en esta ciudad.
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def -
José Joaquín López -